"He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en compensación es ultrajado y ofendido. ¿Estás dispuesto a ser reparador de este Corazón? El Señor llama a tu puerta cada día, ábrele, y entrará para cenar contigo"
Radio María: "La fuerza de la esperanza"
"Una madre siempre espera"
¿Cómo evitar las discusiones?
En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".
¿Qué hizo por la conversión de su hijo Agustín?
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijoÑ "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
Ven a Madrid en 2011!!!
"Fátima, altar del mundo"
¿Mártires?
Feliz día de Santa Rosa de Lima
El salvador levantó la voz y dijo, con incomparable majestad:
"¡Conozcan todos que la gracia sigue a la tribulación.
Sepan que sin el peso de las aflicciones no se llega al
colmo de la gracia. Comprendan que, conforme al acre-
centamiento de los trabajos, se aumenta juntamente la
medida de los carismas. Que nadie se engañe: esta es
la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz
no hay camino por donde se pueda subir al cielo!"
Oídas estas palabras, me sobrevino un impetu pode-
roso de ponerme en medio de la plaza para gritar con
grandes clamores, diciendo a todas las personas, de cual-
quier edad, sexo, estado y condición que fuesen:
"Oíd pueblos, oíd, todo género de gentes: de parte de
Cristo y con palabras tomadas de su misma boca, yo os
aviso: Que no se adquiere gracia sin padecer aflicciones;
hay necesidad de trabajos y más trabajos, para conse-
guir la participación íntima de la divina naturaleza, la
gloria de los hijos de Dios y la perfecta hermosura del
alma."
Este mismo estímulo me impulsaba impetuosamente
a predicar la hermosura de la divina gracia, me angus-
tiaba y me hacía sudar y anhelar. Me parecía que ya no
podía el alma detenerse en la cárcel del cuerpo, sino que
se había de romper la prisión y, libre y sola, con más
agilidad se había de ir por el mundo, dando voces:
"¡Oh, si conociesen los mortales qué gran cosa es la
gracia, qué hermosa, qué noble, qué preciosa, cuántas ri-
quezas esconde en sí, cuántos tesoros, cuántos júbilos y
delicias! Sin duda emplearían toda su diligencia, afanes
y desvelos en buscar penas y aflicciones; andarían todos
por el mundo en busca de molestias, enfermedades y
tormentos, en vez de aventuras, por conseguir el tesoro
último de la constancia en el sufrimiento. Nadie se que-
jaría de la cruz ni de los trabajos que le caen en suerte,
si conocieran las balanzas donde se pesan para repartir-
los entre los hombres."