Estamos en el segundo domingo del tiempo ordinario, un día en el que se nos invita a mirarnos como "favoritos de Dios", porque "ya no se nos llamará abandonados, ni a nuestras tierras devastadas, sino que somos favoritos de Dios, y nuestra tierra desierta tendrá marido".
En medio de nuestros afanes y prisas, elevemos nuestra plegaria al Señor. Os propongo una oración que una buena amiga me envía. Que de nuestros labios y nuestro corazón salga esta bonita oración para nuestro Dios.
Eres mi Dios del día a día, de cada día.
Eres al que me gustaría rezarle más,
tener más tiempo para permanecer
a solas, en tu presencia, olvidarme del reloj, de las tareas y de las prisas y abandonarme en tus brazos, en tus generosos brazos.
Mi vida es, no solo de familia sino de entrega a Ti,
cada vez me pides más y yo te doy,
haces que mi tiempo se multiplique
pero siento que yo encuentro solo pequeños ratitos que dedicarte,
aunque mucho de mi tiempo es entregado a Ti.
Quiero que recibas como la más preciosa de las oraciones:
mis prisas, mis afanes, mi trabajo diario,
las tareas diarias hechas con cariño,
mis cansancios, mis derrotas, mis fracasos y aciertos,
mis sonrisas y mis enfados, mis días grises y mis días rosas,
los que pones a mi lado, los que me encuentro a mi paso,
el cariño que doy y el que recibo todos los días,
quiero que con todo, Tú y yo hagamos una preciosa oración,
la más bonita oración que podamos imaginar,
y entonces componer en las prisas nuestra oración especial.
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