Hoy el Papa Benedicto hace efectiva su renuncia al ministerio petrino. He aquí una sencilla crónica que sirve de homenaje a nuestro querido Papa. Desde ahora rezaremos con mayor intensidad por él, y por el Santo Padre que el Señor quiera regalarnos para seguir guiando la barca de la Iglesia.
Cuando me enteré de la renuncia del Santo Padre Benedicto XVI a su ministerio petrino, la sorpresa fue grandísima, y en un principio ni me lo creía. Más tarde, comprobando que era “la noticia del día” y que efectivamente el Papa había decidido renunciar, me di cuenta de que era un gesto valiente y decidido, a la vez que de una gran sencillez y humildad por parte de Benedicto.
Todavía recuerdo el día que pronunciaron su nombre al ser elegido Papa. No causó mucha sorpresa, era como una noticia esperada, pero sin embargo, parecía que no iba a llegar a la altura de su predecesor, Juan Pablo II. Las comparaciones con su antecesor han sido muchas en estos años de pontificado, pero sin embargo, creo que Benedicto XVI se ha ido ganando poco a poco a todos. Quizá su carácter no era tan amigable como el de Juan Pablo II, pero con su magisterio fecundo, su saber hacer, y su ejemplo de pastor según el Corazón de Cristo, ha sabido en todo momento guiar con acierto la barca de Pedro.
Las palabras dirigidas a todos los presentes en su última audiencia, fueron conmovedoras y entrañables. Nunca antes habíamos visto al Papa hablando en un tono tan personal e íntimo. Merece la pena recordar algunas de estas palabras, para que queden grabadas en nuestro corazón y nos alienten en nuestro camino como cristianos: Abrazo a toda la Iglesia esparcida por el mundo, llevo a todos en la oración. Siempre me ha acompañado el Señor, desde aquel 19 de abril de 2005 en que fui elegido Papa. Entonces dije: Señor, ¿qué me pides? Si tú lo quieres echaré las redes en tu nombre. En estos años me he sentido a veces como Pedro con los apóstoles en la barca de Galilea. Ha habido días de pesca abundante y suave brisa; también días de dificultades y en los que parecía que el Señor dormía. La barca no es mía, es suya, y Él no deja que se hunda. El Papa no está solo, nunca me he sentido solo. En mi ministerio petrino el Señor me ha puesto al lado a muchas personas que me han ayudado y han estado cerca. He querido a todos y a cada uno, cada día, con corazón de Padre. El corazón de un Papa mira al mundo entero. No retorno a la vida privada, no abandono la cruz, sino que quedo en un nuevo modo junto al Señor crucificado.
Sin duda, estas palabras que quieren resumir el precioso discurso de despedida pronunciado por Benedicto XVI en su última audiencia, nos alientan a amar mucho la Iglesia y a confiar en Dios, que nunca deja solos a sus hijos. Precisamente a todo ello se refirió el Papa con sus últimas palabras, que fueron las siguientes: En nuestro corazón quede siempre la alegre certeza de que el Señor está cercano, no nos abandona, nos acoge con su amor. Gracias.
Gracias, Santo Padre, por estos casi 8 años de ministerio como sucesor de Pedro entre nosotros. Gracias por su ejemplo de humildad y sencillez. Gracias porque su última Jornada de la Juventud tuvo lugar en nuestro país. Que el Señor le conceda muchos años dedicados a la plegaria y la oración, queriendo ser, para todos los que creemos en Cristo, signo del amor que Dios nos tiene.
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