Teresa de Lisieux, ejemplo de vida

Celebramos hoy, en este primer día del mes de octubre, a Santa Teresa del Niño Jesús, o también conocida como Santa Teresita o Teresa de Lisieux. Ella vivió poco tiempo, murió joven, pero sin embargo supo aprovechar su vida al máximo, sabiéndose en todo momento en manos del Señor y cultivando la espiritualidad de las manos vacías, es decir, vaciarse de uno mismo y de todo aquello que impide la relación íntima y asidua con el Señor para llenarse de Dios y de su misericordia. 

Imploremos hoy su intercesión, pidamos al Señor que como Teresa de Lisieux, también nosotros busquemos vaciarnos de aquello que no agrada a Dios, para ser todos suyos. El abandono, la confianza en Dios y la esperanza en su infinita misericordia han de ser claves en nuestra vida, pidamos a María, también en este sábado, que así sea en todos nosotros. 

La importancia de la palabra de Dios

San Jerónimo, a quien hoy celebramos, decía que "desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo". Como cristianos, seguidores de Jesucristo, hemos de tener la Palabra de Dios como nuestro libro de cabecera, que la Biblia sea el libro al que acudamos cada día, y en el que veamos respuestas para nuestra vida. Orar la Palabra, meditarla, reflexionar con ella, ponerla en práctica, todo ello de la mano de María y con su ayuda. Que así sea en nuestra vida. Amemos la Palabra de Dios, que es viva y eficaz, lámpara para nuestros pasos. 

En una carta que escribió a Santa Eustoquia, San Jerónimo le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba: "¿A qué religión pertenece? Él le respondió: "Soy cristiano – católico", y Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras". Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados, y exclamará emocionado: "Nunca más me volveré a trasnochar por leer libros paganos". A veces dan ganas de que a nosotros nos sucediera una aparición como la que tuvo Jerónimo, para que dejemos de dedicar tanto tiempo a lecturas paganas e inútiles, la televisión u otras cosas, y dediquemos unos minutos más a leer el libro que nos desvela una Palabra de vida, la Sagrada Biblia.

Santos arcángeles

Celebramos hoy en toda la iglesia, la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. He aquí tres oraciones que nos pueden ayudar en este día a suplicar su ayuda.

Oh gloriosísimo San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales, custodio y defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus infernales. Humildemente te rogamos, te dignes librar de todo mal a los que a ti recurrimos con confianza; que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección adelantemos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados por tí, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad.

Dios Señor nuestro, imploramos tu clemencia para que habiendo conocido tu Encarnación por el anuncio del arcángel San Gabriel, con el auxilio suyo consigamos también sus beneficios. 

Arcángel San Rafael, que dijiste: «Bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios. Practicad el bien y no tropezaréis en el mal. Buena es la oración con ayuno, y hacer limosna mejor que atesorar oro», te suplico me acompañes en todos mis caminos y me alcances gracias para seguir tus consejos.

La importancia de la catequesis

El mes de septiembre va llegando a su fin, y en estos días, en todas las parroquias se inicia el curso pastoral, y con él, los grupos de catequesis y demás actividades. Es bueno que invitemos a nuestros hijos, nietos, sobrinos, primos y amigos a acudir a la catequesis. La fe está muerta si no se cultiva. La fe necesita ser compartida, necesita alimentarse. Si eres catequista, te invito a poner todo lo mejor de ti para transmitir a tus catequizandos la fe con alegría, con fervor, con esmero. Si acudes a catequesis, invoca al Espíritu Santo, para que puedas comprender lo que te exponen, para que puedas experimentar la alegría de Cristo resucitado y vivo en tu vida. Que la Virgen, que fue en todo dócil al Señor, interceda por este nuevo curso que comienza.

La necesidad de no ser rutinarios en la fe

El Papa ha terminado ayer su visita al país de Alemania. Una vez más, nos ha exhortado con sus palabras. He aquí algunas de ellas, pronunciadas en la Misa de ayer.

Benedicto XVI ha asegurado que un agnóstico o una persona que sufre por los pecados de los cristianos están más cerca de Dios que los "fieles rutinarios, aquellos que sólo ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe".

El Pontífice hizo estas manifestaciones ante varios miles de personas que asistieron en el aeropuerto turístico de Friburgo, en el suroeste de Alemania, a la misa conclusiva de su tercer viaje a su país natal, en que en esta ocasión le ha llevado también a Berlín, Erfurt y el santuario mariano de Etzelsbach.

"Los agnósticos que no encuentran paz por la cuestión de Dios y las personas que sufren a causa de nuestros pecados y tienen deseo de un corazón puro están más cercanos al Reino de Dios que los fieles rutinarios, que ya solamente ven en la Iglesia el boato, sin que su corazón quede tocado por la fe", afirmó el papa advirtiendo a los fieles de la necesidad de volver a una fe renovada.

El Papa teólogo manifestó que no cuentan las palabras, sino las obras, los hechos de conversión y de fe y que hay que evitar que la religiosidad acabe en "rutina".

"Queridos amigos, la renovación de la Iglesia sólo puede realizarse mediante la disponibilidad a la conversión y una fe renovada", subrayó.

El Pontífice exhortó a los fieles a seguir a Dios con humildad y obediencia y a mantenerse fuertemente unidos a Cristo y señaló que la existencia cristiana es un compromiso humilde para con el prójimo y con el bien común.

La humildad es una virtud que hoy no goza de gran estima, pero los cristianos saben que esta virtud es "el aceite que hace fecundos los procesos de diálogo, fácil la colaboración y cordial la unidad".

El señuelo de la excelencia educativa

Magnífico artículo de Abilio de Gregorio, maestro de maestros. No os lo perdáis.

Son muchos los centros escolares que, ante el período de nuevas matriculaciones, hacen pública su oferta poniendo de relieve su culto a la excelencia educativa. Sin embargo, tal como están las actuales vigencias de pensamiento, exhibir la escarapela de la excelencia supone levantar en ciertos ambientes sospechas de elitismo, de competitividad, de insensibilidad social, de servilismo capitalista y otras lindezas.

Se hace uso inconsciente de ese resentimiento moral de la zorra de la fábula de Esopo ante las uvas: ”¡están verdes!”. Es este el mismo empeño deconstructor y el mismo mecanismo reduccionista que ya denunciaba A. Finkielkraut en “La derrota del pensamiento” al poner de relieve el imperio del relativismo que reduce la cultura a folklore.

Efectivamente, si entendemos la cultura como cultivo del espíritu, tal como la define la modernidad, habrá que aceptar que hay cultivos más elaborados que otros y habrá sujetos, individuos o colectividades, más cultivados que otros y habrá sujetos que, lejos de ocuparse del cultivo del espíritu, se han preocupado sólo de dar respuestas a las pulsiones más primarias y elementales de la naturaleza humana.

Claro, la concepción clásica de cultura podría determinar la consideración de unas culturas como superiores a otras en función de las facultades humanas cultivadas en cada caso, y ello favorecer un colonialismo o imperialismo cultural. Para evitar el riesgo, lo más eficaz era acudir a la relativización del concepto. Cultura se definió entonces como el conjunto de todas las formas, o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales se expresa una determinada colectividad. Se termina asimilando el concepto de cultura al de costumbre o al de vigencia social en una determinada colectividad [1] y, en consecuencia, todas las culturas son igual de valiosas. Estaría, en consecuencia, en el mismo rango cualitativo cultural tirar la cabra desde el campanario con motivo de la fiesta del pueblo, que el concierto de Año nuevo de Viena. “Un par de botas equivale a Shakespeare”, como censura Finkielkraut.

Lejos queda este vaciamiento posmoderno de la vieja formulación del aquel ideal griego de educación como “areté” o excelencia, entendido como esfuerzo por abrazar lo específicamente humano en su totalidad, como soberanía del espíritu, la máxima excelencia denominada “kalokagatía” (lo perfectamente bello y bueno) en el pensamiento pedagógico de la Grecia clásica tal como nos lo describe en su ya clásico tratado “Paideia” W. Jaeger. Es precisamente esa soberanía del espíritu la marca diferencial de la “aristeia”, de los mejores, de la excelencia, vinculada en el pensamiento griego al cultivo de la virtud.

Resulta, por lo tanto, de un grosero reduccionismo definir la calidad y la excelencia de un centro educativo por la capacidad de responder a las demandas y a las expectativas de sus clientes, tal como se establece tanto en modelos de estimación de calidad ISO, como EFQM, como en el Malcom Baldrige, de aplaudida circulación en los últimos años por los establecimientos educativos con aspiraciones de reconocimiento de excelencia.

Cuando planteamos, pues, la excelencia como valor, por lo tanto como objetivo educativo, estamos haciendo referencia no sólo a la presencia de lo que es bueno, sino a la presencia de lo mejor; a la búsqueda y logro de la perfección. Hablamos, pues, de la calidad en grado o nivel superior, de la superior calidad o bondad que hace digno de aprecio y estimación a lo que caracterizamos como “excelente”.

Y, puesto que la educación es un proceso perfectivo, determinaríamos la excelencia educativa por el mayor “valor añadido” a la personalidad, el aumento de las competencias y capacidades de un sujeto para afrontar la tarea de llevar a término (perfeccionar) su condición radical de persona en toda su integridad.

Es así como la idea de excelencia remite a la idea de perfección, en el sentido raíz del “per-facio”, -llevar a término sin interrupción- y, por lo tanto, a la idea de acabado y de totalidad. La excelencia, pues, se opone al conformismo, a la “chapuza” de las cosas a medias y de cualquier manera, a la condescendiente actitud por la cual se busca adaptar el medio al educando en vez de dotarlo de instrumentos para que sea él quien se adapte al medio y lo transforme si es necesario.

Esa educación blanda y barata de mínimos, de bisutería y baratija, de simples indicios, de grosera espontaneidad en la expresión y en el trato puede ser la causa de la cultura de quiosco, del zapping intelectual, del pensamiento anémico y de las conductas amorfas que caracterizan a muchos de nuestros contemporáneos. Frente a ello se sitúa la pedagogía del “magis” [2] tan presente en el pensamiento ignaciano de los Ejercicios Espirituales: No es suficiente con lo bueno; es preciso empeñarse en lo mejor. Más de lo normal; más de lo acostumbrado. “¿Qué más puedo hacer para en todo amar y servir?”, podría ser también el lema de toda excelencia educativa.

Es la pedagogía de llegar siempre hasta el final, hasta la última gota de mis posibilidades, del trabajo bien hecho, del “no cansarse nunca de estar empezando siempre”, como decía Tomás Morales.