El pilar de nuestra fe: María

La fiesta de Nuestra Señora del Pilar, patrona de la Hispanidad, nos invita a poner nuestra fe sobre pilares sólidos, que no se resquebrajen a la primera de cambio, sino que permanezcan más allá de las dificultades y tropiezos que la vida nos propone. 

 

Celebramos una fiesta de María, la fiesta de la Madre, ante quienes sus hijos hemos de ponernos como aquellos que lo necesitan y esperan todo de Ella. Felicitemos a las que llevan el nombre de Pilar; oremos a la Virgen poniendo ante Ella lo que nos agobia y preocupa, y sobre todo, no nos cansemos de mirarla, de implorar su protección y ayuda, y de ser para Ella verdaderos hijos. 

Que la Virgen del Pilar afiance nuestra fe y nos permite ser fieles y fuertes, sobre todo en la hora de la prueba, como dice la canción: "Cantemos al Señor un canto nuevo, un canto a la mujer, porque Ella es el pilar de nuestra historia, la roca de la fe".

"Que nuestras antenas y nuestras campanas se comuniquen"



El pasado sábado 5 de octubre, tuve la gracia de participar en el Encuentro Internacional de "Blogueros con el Papa", celebrado en Valladolid, España. Ofrecí una sencilla comunicación que algunos me han pedido, por eso la reproduzco aquí, para que muchos puedan participar de ella. 
 

Agradezco a la dirección de este Encuentro Internacional de “Blogueros con el Papa” su invitación para que comparta con todos los que estáis aquí estas sencillas reflexiones en torno al tema que nos congrega en esta mesa redonda: la web 2.0 y la comunicación de la fe, o lo que es lo mismo, la evangelización y la proclamación de la buena noticia de Jesús a través de los Medios de Comunicación, fijándonos de una manera especial en Internet y en todo lo que este medio nos ofrece. También saludo a todos los que me acompañan en esta mesa redonda y a todos los que nos escucháis y participáis de nuestras ideas y también de nuestro empeño por no cansarnos nunca de buscar nuevos métodos, nuevas maneras y nuevos medios para transmitir el Evangelio de Jesús. Tenemos el mejor producto, si es que podemos hablar así del Evangelio, y hemos de venderlo bien; tenemos el mejor mensaje, y hemos de estar dispuestos a proclamarlo con palabras inteligibles para el hombre y la mujer de hoy, y utilizando aquellos medios que la técnica y el progreso ponen a nuestro alcance. 

La exhortación apostólica de Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, publicada hace ya casi 40 años, sigue teniendo una vigencia única y actual para todos nosotros, por eso, al inicio de esta comunicación, me gustaría compartir el número 14 de esta exhortación, en la que el Pontífice nos recuerda cuál es la misión principal de la Iglesia. Y lo hacía con estas palabras: La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva conciencia de que las palabras del Salvador: "Es necesario que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades", se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte, ella añade de buen grado, siguiendo a San Pablo: "Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!". Con gran gozo y consuelo hemos escuchado Nos, al final de la Asamblea de octubre de 1974, estas palabras luminosas: "Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia"; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa.

En este número 14 de la Evangelii Nuntiandi, Pablo VI nos recuerda que la Iglesia existe para evangelizar, y ésa es su dicha y vocación propias; su identidad más profunda; aquello que la mueve a obrar y que le permite seguir siendo lo que es. Y si la Iglesia existe para evangelizar, los que pertenecemos a ella participamos, sin ninguna duda, de esta tarea preciosa que supone salir a los caminos, subir a las azoteas de nuestros pisos, recorrer las calles de nuestras ciudades y convertirnos en portavoces de Dios, como lo eran los profetas, que recibían aquella palabra del Señor y la ofrecían al pueblo, a veces como denuncia de las injusticias y las situaciones de opresión, y otras veces como un mensaje de esperanza y de luz en medio de las dificultades por las que pasó el pueblo de Israel. Nuestros tiempos precisan de profetas, y no de profetas de calamidades y desgracias, más bien, profetas testigos que no se cansen de anunciar a los cuatro vientos, que Cristo vive y que nos ama, que tiene un plan de amor para todos nosotros, y comunicarlo usando los medios que la técnica y el avance humano ponen a nuestro alcance. 

Pero además de Pablo VI, unos años antes el Papa Pío XII, en su carta Encíclica Miranda prorsus, señalaba que la Iglesia ve a los Medios de Comunicación como dones de Dios, ya que según el designio de la Providencia, unen fraternalmente a los hombres para que colaboren así con su voluntad salvífica. Si Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y si estamos dispuestos a colaborar con nuestro Dios en su misión salvífica, hemos de escuchar una y otra vez en nuestro corazón ese mandato del Señor que aparece al final del Evangelio de Mateo: Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Es el envío de Jesús a sus apóstoles una vez resucitado, dejándoles el legado de su propia misión: salir y anunciar a otros lo que han visto y oído, para que todos puedan conocer la buena noticia de Jesús y de esta manera convertirse en discípulos suyos. 

Y esto es lo que nosotros hoy nos traemos entre manos, y lo que queremos reflexionar en estos días durante el Congreso que nos reúne. El Papa Francisco, después de casi 7 meses de Pontificado, ha tenido muchos gestos, palabras, acciones, símbolos y signos con los que ha querido mostrarnos a toda la humanidad, que Dios es misericordia y que está deseoso de encontrarse con nosotros y de tener una relación profunda de amor y de amistad. Un Papa, sin ninguna duda, plenamente evangelizador, y preocupado por transmitir el mensaje de Jesús de una manera atractiva, novedosa, interpeladora y fiel. Se trata de decir lo de siempre con palabras nuevas; de adaptar el mensaje a los destinatarios; de entrar en una relación de diálogo constructivo y edificante, más que en confrontación y debate. En resumen, se trata de evangelizar utilizando los medios que tenemos a nuestro alcance y sacarles el mayor partido. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios, si dejara de usar los Medios de Comunicación para la tarea de la Evangelización. Son palabras también de Pablo VI, que no pueden dejar de resonar en nosotros cuando reflexionamos sobre este tema. 

La Iglesia, como institución, y todos los que pertenecemos a ella y queremos seguir las huellas de Jesús, necesitamos descubrir cada día más el mundo de las comunicaciones sociales y de Internet, así como descubrir su carácter directo, inmediato, interactivo y participativo. Cuatro características que no podemos olvidar, y que ojalá podamos poner en práctica siempre que queramos transmitir un mensaje evangélico que llegue y mueva los corazones. Jesús también evangelizaba de ese modo. Sus palabras eran directas, tanto, que incluso a veces descolocaban al destinatario, o incluso se ganaba con ellas el escándalo por parte de muchos de sus contemporáneos. Cuando quería contar algo que quizá era de difícil comprensión para sus destinatarios, lo transmitía a través de parábolas, a modo de cuento o de historieta, de manera que su mensaje pudiera ser comprensible e inteligible por todos. Y su silencio, en muchas ocasiones, también era una manera de comunicar y de poner la oración y el encuentro con su Padre Dios en el primer lugar. 

Comunicar a Cristo hoy, y hacerlo a través de la radio, la Televisión, la prensa escrita o Internet, a través de las diversas opciones que ofrece, no es tarea fácil, pero es apasionante. Comunicar la fe aprovechando los medios que la técnica nos ofrece, es necesario, e incluso podríamos decir, es una obligación, porque aquello que hemos descubierto, que nos hace bien y que es lo fundamental en nuestra vida, deberíamos proclamarlo y compartirlo con el mayor número de personas posibles, como lo hizo aquella mujer que el evangelista Lucas nos cuenta, cuando perdió una de sus monedas y al encontrarla salió a comunicarlo, muy contenta, a todas sus vecinas, para que la felicitaran. Tenemos el mejor mensaje del mundo ya lo decía al principio, y sería una lástima que este mensaje no fuera bien compartido, o incluso enterrado, como el talento que aquel señor dio a uno de sus criados, que en vez de sacarle partido y aprovecharlo, lo puso bajo tierra por miedo a su señor. 

El Cardenal Martini, quien fue arzobispo de Milán, y murió el pasado año, escribió varias cartas pastorales a sus diocesanos sobre el tema de los Medios de Comunicación, y en una de ellas, titulada El borde de su manto, ofrece una serie de conversaciones imaginarias de una persona con la televisión, por ejemplo, y también desde perspectivas imaginarias: desde la sala de estar, desde los tejados de una ciudad, o desde un satélite. Pienso que esta carta es muy útil para trabajar con personas que quieren conocer más este mundo de la evangelización a través de los medios, o incluso con grupos de parroquias o de asociaciones, de manera que se pueda conocer un poco más, todo lo que suponen los medios de comunicación social, y además, tal y como lo hace el cardenal, con un lenguaje sencillo, dinámico, ágil y accesible a todos.
El cardenal Martini, en esa carta, nos propone subir a los tejados de nuestras ciudades y contemplar la aldea global que se extiende ante nuestros ojos. Y dice él: seguramente nos llamen la atención dos cosas, en esta aldea. En primer lugar, el bosque de antenas, que nos hace ver con claridad lo que suponen los medios de comunicación en los hogares, incluso entre las familias más pobres. Y en segundo lugar, algún campanario, que revela la presencia de iglesias en nuestra aldea mediática, que está ya condicionada, en su funcionamiento diario, por los instrumentos de información y la comunicación de masas. ¿Qué relación hay entre las antenas de televisión y los campanarios? ¿Cuáles son las tareas pastorales a las que se enfrenta la comunidad cristiana respecto a los medios de comunicación? Estos son algunos interrogantes que el cardenal Martini, al vislumbrar ese paisaje como a vista de pájaro, proponía en esa carta a los fieles de su diócesis. Lo he compartido con todos los que estáis aquí porque creo que es una imagen bien bonita y que puede hacernos pensar y obtener conclusiones para mejorar nuestra labor y nuestro empeño en evangelizar a través de la web y otros medios. 

En toda comunicación es necesario que haya un emisor y un receptor; un tú a quien transmitirle algo y un yo, de quien sale ese mensaje. Si nuestro lenguaje no se adapta al destinatario, poca comunicación podremos tener, porque no nos entenderemos; o lo que transmitimos, por muy importante que sea, jamás llegará a interpelar al otro. En nuestra Iglesia de hoy, y en aquello que transmitimos como Iglesia, ¿nos adaptamos a nuestros destinatarios? ¿Hay verdadera relación entre las antenas y los campanarios? Porque quizá podemos estar sembrando mucho, haciendo muchas cosas, publicando muchos tweets, muchas entradas en el blog, muchas publicaciones en Facebook o donde sea, pero quizá nadie nos esté entendiendo. A lo mejor nuestras campanas, siguiendo con la imagen del cardenal Martini, suenan a un ritmo y las antenas van por otro. Quizá la mayoría de nuestros contemporáneos no se sientan movidos por el mensaje que transmitimos, a pesar de hacer verdaderos esfuerzos y dedicar gran parte de nuestro tiempo a ello. Son todo interrogantes y situaciones que hemos de poner sobre la mesa para estar en continua revisión de todo aquello que hacemos. 

Las antenas representan un desafío. Nos interrogan y plantean cuestiones especialmente a nosotros, los cristianos: ¿Somos capaces de escuchar? ¿Y de comunicar? ¿Qué medios, qué lenguajes y qué mensajes utilizamos y enviamos para hacer posible y eficaz la comunicación? Quiero preguntarme a mí mismo, el primero de todos, dice el cardenal en esa preciosa carta,  y después a los sacerdotes, religiosos, laicos, representantes de asociaciones católicas, grupos y movimientos, si estamos haciendo todo lo que podemos para comunicar la extraordinaria vitalidad de la experiencia de la Iglesia y las dificultades que comportan nuestra búsqueda y nuestra vida diaria. Estoy convencido de que podemos promover una mentalidad más dispuesta a proporcionar información. El Señor no nos ha hecho cristianos sólo para defender nuestra fe o proteger lo que tenemos, sino sobre todo, para dar testimonio de la esperanza que hay en nosotros. Salid, subid a los tejados, y gritad que creemos.
 
Palabras éstas del cardenal Martini que no quería dejar de compartir con todos, porque creo que nos ayudan a reflexionar en nuestra tarea evangelizadora a través de los medios, que puede ser mucha, pero que quizá, si no lo estamos haciendo bien, puede ser tarea en vano. La consigna final resume el mandato de Jesús que antes citaba refiriéndome al evangelio de Mateo: Salir, subir a los tejados, y no dejar de gritar a los cuatro vientos que creemos en Jesús, que su Evangelio pone felicidad en nuestra vida, y que no podemos callarnos, porque como bien decía el apóstol Pablo: ¡Ay de mí, si no le anuncio! Si la Iglesia existe para evangelizar, hemos de sentirnos urgidos a contagiar al mundo de Dios mismo, como María, que cuando recibió aquel saludo del ángel corrió aprisa, a la montaña, para contar a su prima Isabel lo que el Poderoso había obrado en Ella. Y nosotros, después de haber descubierto la maravilla de ser cristiano, no podemos dejar de comunicarla a través de nuestros blogs, que muchas veces serán sencillos, sin grandes complicaciones, como es Dios, pero sin duda, blogs que se convierten en oasis de buena noticia en medio de un mundo a veces dominado por las calamidades y las desgracias. Esto es lo que muchas veces, al contemplar los telediarios o las noticias en nuestros periódicos, vemos de nuestro mundo. ¿Por qué no ser profetas de esperanza en medio de internet? ¿Por qué no ser un grito a amar al Amor en medio de las redes sociales y de las páginas webs? ¿Por qué no situarnos como aquellos que a tiempo y a destiempo quieren ofrecer una palabra de aliento, de plenitud y de vida a través de los diferentes medios que la técnica nos ofrece? 

La tarea de la evangelización es un encargo en el que nos jugamos mucho. Nada de lo que el hombre de hoy piensa, dice y hace es ajeno a los medios, y es deber de la Iglesia anunciar el mensaje de la salvación a esta sociedad, buscando siempre nuevos métodos, un nuevo ardor, y nuevos impulsos que permitan ofrecer una imagen viva de la Iglesia y en continua renovación. Pero para lograr esto, quiero hacerme eco de algunos ámbitos que, sin ninguna duda, hemos de cuidar en nuestra Iglesia, para que los medios de comunicación sean realmente eficaces y podamos evangelizar nuestro mundo por medio de ellos. Todo lo que voy a resaltar, aparece en el Directorio sobre las comunicaciones sociales en la misión de la Iglesia de la Conferencia Episcopal Italiana:
1.     En primer lugar, conjugar fe y cultura. Llevar la fe a la vida y desde la vida retornar a la fe. Poder inculturar la fe en los lugares y contextos en los que nos movemos, y también integrar la cultura y las tradiciones dentro del ámbito eclesial y espiritual, de manera que nuestra vida de fe no vaya por un lado y la vida por otro, sino que seamos cristianos de 24 horas, y no solo de domingo o de unas horas al día. Un aspecto éste que cada uno hemos de cuidar para poder ofrecer después un mensaje coherente y creíble a nuestros contemporáneos.
2.     En segundo lugar, entender y hablar los nuevos lenguajes mediáticos. Aspecto fundamental especialmente para cuantos tenemos responsabilidades en la Iglesia, de manera que todos los fieles sean capaces de entender, interpretar y hablar el nuevo lenguaje de los medios y no nos desentendamos de nuestro deber de usarlos bien.
3.     Un tercer aspecto a cuidar será integrar los medios y la pastoral. Trabajar unidos para que los medios no sean utilizados solamente para dar informaciones, sino sobre todo para desarrollar el crecimiento y la maduración de la fe de sus destinatarios. Visto así, el mundo de los medios de comunicación debe formar parte activa de cualquier plan de pastoral diocesano.
4.     Formación de los agentes de pastoral. Será necesario que unos y otros estemos bien formados. Tarea nuestra, de todos aquellos que ya tenemos un blog, o colaboramos en este mundo de los medios, es formar a otros en este campo, para que la palabra de Dios no se banalice, ni se manipule, ni se transmite de cualquier forma o a cualquier precio.
5.     Por último, aunque se podrían señalar muchos más: invertir recursos humanos y económicos en este mundo mediático. Invertir en este campo es invertir en evangelización, y por lo tanto, no es dinero, ni tiempo, ni esfuerzo tirados a la basura. 

En resumen, podríamos decir, con palabras de Juan Pablo II, que valorar los medios de comunicación no es sólo tarea de los entendidos del sector, sino también de toda la comunidad eclesial. Si entre todos construimos la Iglesia, poniendo al servicio de los demás los dones que Dios nos ha regalado, podríamos decir que lo mismo pasa en la labor evangelizadora a través de los medios, porque todo esfuerzo es poco y toda semilla sembrada a través de la radio, la televisión, internet o cualquier otro medio, resulta insuficiente. Juan Pablo II, en la carta que dirigió a los responsables de las comunicaciones sociales en el año 2005, les hacía una sugerencia que sigue siendo válida para nosotros hoy: Podemos pedir al Señor, decía él, que nos ayude a entender cómo comunicar con Dios y con los hombres a través de los maravillosos instrumentos de la comunicación social, porque estos medios se revelan como una oportunidad providencial para llegar a los hombres de cualquier latitud, superando las barreras del tiempo, del espacio y de la lengua, formulando en las más diversas modalidades los contenidos de la fe, y ofreciendo a quien busca, puertos seguros que faciliten un diálogo con el misterio de Dios revelado plenamente en Jesucristo.
  
La fe es un don de Dios, y por lo tanto, estamos llamados a cultivar este don poniendo todos los medios a nuestro alcance. Cultivar la fe y compartirla; comunicarla y hacerla llegar hasta los confines del mundo, es una misión que se nos impone. Este año de la Fe que el próximo mes termina, nos ha invitado a redescubrir la alegría de creer y a recuperar el entusiasmo por transmitir el mensaje de Jesús y por gritar a cada uno que pasa a nuestro lado que ser cristiano merece la pena. 

Quizá las palabras que mejor conclusión pongan a esta comunicación sean las del propio Juan Pablo II en esa carta a la que antes me refería, del pasado año 2005, y que jamás pasan de moda: A los operadores de la comunicación, y en especial a los creyentes que trabajan en este importante ámbito de la sociedad, renuevo la invitación que desde el inicio de mi ministerio de Pastor de la Iglesia universal he querido lanzar al mundo entero: ¡No tengáis miedo! ¡No tengáis miedo a las nuevas tecnologías, ya que están entre las cosas maravillosas que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar y dar a conocer la verdad, incluso la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno. 

Adelante y ánimo. No estamos solos, y comunicar la fe a través de los medios merece la pena. 

Muchas gracias. 

Jesús García Gañán, sacerdote de la diócesis de Valladolid, España.

Nuestra Señora del Rosario

La fiesta de Nuestra Señora del Rosario nos invita a rezar con fervor e intensidad esta oración predilecta de María. El Rosario no es otra cosa que mirar la vida del hijo con los ojos de la madre, y sentir con la madre los mismos sentimientos que el hijo. Nuestra vida pasa por momentos de gozo y de luz, también de dolor y de gloria, y así, podríamos decir, que en nuestra vida se reproduce el Rosario. 
 

Una oración, ésta, que no está pasada de moda, sino que sigue teniendo vigencia para todos nosotros, y nos anima a implorar de María su máxima protección y auxilio, sabiendo que no quedaremos defraudados. 

Que nuestra Señora del Rosario nos acompañe, vele por nosotros, y de su mano lleguemos a su Hijo Jesús.