Convivencia vocacional

Esta tarde, 26 de marzo, de 16:30 a 20 horas, convivencia de chavales de 4º, 5º y 6º de primaria, en el Seminario diocesano de Valladolid. Estáis todos invitados a acudir!

El Sí de María

Hoy, día 25 de marzo, la iglesia se alegra por la solemnidad de la Anunciación del Señor. Es una fiesta cristológica, es decir, se refiere en primer lugar a Jesucristo, pues en este día se encarna en el seno de María, pero también podemos fijarnos en la Virgen, que en este día es "anunciada" por al arcángel San Gabriel. Es por eso que la reflexión de hoy nos la trae Jorge Ramírez, nuestro colaborador habitual en las fiestas de María. Le agradecemos sus palabras, y espero que nos sirvan para celebrar este día con gozo.
“Como el Arcángel San Gabriel, bajo el marco del dintel, te saludo: Ave María”

Con esas palabras fue saludada María, para hacer la palabra carne y que habitase entre nosotros, para hacerse obediente al Padre, y dar su vida para salvar al mundo.

Qué valiente fue Nuestra Señora, de decir SI, que en mi vientre se encarne el hijo de Dios, siéndole fiel desde ese día. Se convirtió en su sierva, siendo primer Sagrario, gestando durante 9 meses al Hijo de Dios en sus virginales entrañas.

Los cristianos, los amantes de Maria, hemos de tener muy presente este hecho, y que desde aquel día María se dio al mundo, al igual que Cristo la proclamó nuestra madre desde la cruz.

Una bonita oración, el Angelus, que se reza a la mitad del día, nos resume perfectamente ese gran momento. Y que hoy os invito a recitar, a que digáis como dijo Nuestra Madre sí, aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.

V. El Ángel del Señor anunció a María.
R. Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo.
Dios te salve, María... Santa María...


V. He aquí la esclava del Señor.
R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve, María... Santa María...
V. Y el Verbo se hizo Hombre.
R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve, María... Santa María...

V. Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo

Oremos: Os rogamos, Señor, que infundáis vuestra gracia en nuestras almas, para que, habiendo conocido la Encarnación de vuestro Hijo Jesucristo por el Ángel que la anunció, seamos llevados a la gloria de la resurrección, por los meritos de su pasión y cruz santísima. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor Amen.

La unión con Dios


En este día, pongo a vuestra disposición una sencilla oración que me han enviado. Ojalá nos sirva para orarla varias veces y demostrar, de esta manera, nuestro amor a Jesús, y nuestro deseo de unión a Él. ¿Qué es unirse a tí, Señor?

El Señor nos responde: Es pensar en mí, es hablar conmigo como el mejor y más dulce amigo. Es buscar mis intereses, es sufrir por mi causa. Es preocuparse de mi reino, es recordar mis sufrimientos. Es derramar tu amor en mi amor: ÁMAME COMO PUEDAS, YO PERFECIONO.

El perdón, desde el Catecismo

La Cuaresma es tiempo de perdón y reconciliación, por eso es bueno que tengamos en cuenta algunas cosas que el Catecismo de la Iglesia católica nos señala acerca de esta actitud que nos resulta tan difícil. "Si supiéramos comprender... no haría falta perdonar". Hagamos lo posible por comprender al otro, pero ejercitemos también el perdón, para que en nosotros brille la luz de Cristo.

El Credo relaciona "el perdón de los pecados" con la profesión de fe en el Espíritu Santo. En efecto, Cristo resucitado confió a los apóstoles el poder de perdonar los pecados cuando les dio el Espíritu Santo.

El Bautismo es el primero y principal sacramento para el perdón de los pecados: nos une a Cristo muerto y resucitado y nos da el Espíritu Santo.

Por voluntad de Cristo, la Iglesia posee el poder de perdonar los pecados de los bautizados y ella lo ejerce de forma habitual en el sacramento de la penitencia por medio de los obispos y de los presbíteros.

En la remisión de los pecados, los sacerdotes y los sacramentos son meros instrumentos de los que quiere servirse nuestro Señor Jesucristo, único autor y dispensador de nuestra salvación, para borrar nuestras iniquidades y darnos la gracia de la justificación.

Uno es vuestro Maestro


El Señor nos invita, en este día, a cultivar la humildad y sobre todo a no creernos maestros de nadie, pues sólo uno es nuestro Maestro: Cristo el Señor.


De la mano de María, os invito a hacer ejercicios concretos de humildad en este día, y sobre todo a invocar al Señor como Maestro, Señor, el Cristo.


He aquí el evangelio de la Misa de este día, que nos ayude en la oración de hoy.


En aquel tiempo, Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí".

»Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Doctores", porque uno solo es vuestro Doctor: Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».

Cuaresma


En este día de Cuaresma, dentro de la segunda semana de este tiempo, os propongo esta bonita oración. Que el Señor nos ayude en nuestro camino de conversión.


Padre nuestro, que estás en el Cielo, durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,
transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra, sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la oscuridad y el dolor en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

Segundo domingo de Cuaresma


En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecieron ante ellos Moisés y Elías, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.

Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús.

Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

Que el Señor, en este día, nos ayude a "transfigurar" nuestro corazón y hacerlo cada vez más acorde a su corazón.