Buscar la santidad

Hoy termina el mes de octubre, un mes que ha tenido celebraciones de muchos santos importantes en la Iglesia católica, y que nos ha invitado a seguir su estela, la de quienes han vivido en radicalidad su fe y se han ganado, con su vida y sus palabras, la vida eterna. Ahora comienza un nuevo mes, que también nos invita a buscar, desde el primer día, la santidad de vida. No puede ser menos: desde el Bautismo hemos sido llamados a ser "amigos de Dios", santos, irreprochables ante Él, y no podemos conformarnos con menos.

 

En estos dos últimos meses del año que se nos presentan, no dejemos de pedir al Señor la gracia de la santidad. Teresa de Lisieux gustaba decir que la santidad no es otra cosa que hacer lo que Dios quiere en cada instante de nuestra vida. Pidamos al Señor la gracia de reconocerle cada día, y de este modo, poder discernir lo que Él quiere para nosotros. 

"Solo Dios"

La gran Teresa de Jesús, cuya fiesta celebramos el pasado 15 de octubre, nos remite siempre a lo esencial de nuestra vida cristiana: "Solo Dios", "Solo Dios basta", Él es lo más importante de nuestra vida. Por eso, conviene que un día y otro recurramos a esa frase que Teresa de Jesús, y también San Rafael Arnáiz, tanto repitieron, y supieron vivir de una manera inigualable. 

Pensemos y reflexionemos: ¿Vivimos cada día de nuestra vida con Jesús como compañero de camino? ¿Queremos y deseamos, en lo profundo de nuestro corazón, que solamente Dios ocupe el primer lugar? ¿Dejamos que Él penetre nuestro ser y nuestros sentidos y de esta manera seamos testigos suyos en medio del mundo? 

Ojalá que los santos, ya cercana la solemnidad de todos ellos, nos estimulen a buscar a Dios en la vida cotidiana, y encontrándonos con Él, nuestra vida cambie y se transforme. 

La postura del publicano

En este domingo, el 30º del tiempo ordinario, el Señor nos anima a estar alerta en nuestra actitud ante Él. El fariseo acudió a su presencia para salir de allí justificado. El publicano, sin embargo, acudió al Señor para pedirle su compasión y su humildad. Son dos maneras opuestas de situarse ante el Señor, pero no ficticias, sino reales, porque realmente se dan en nuestra vida. ¡Cuántas veces nos creemos con todo hecho, buenas personas y casi santos! ¡Cuántas veces nuestra oración se convierte en un monólogo para justificarnos a nosotros mismos y deja de ser un diálogo de amistad!


Que en este domingo podamos hacer muchas veces al Señor la petición del publicano, con humildad y sencillez: "¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador". Si nos reconocemos así, limitados y necesitados de Dios, Él hará maravillas en nosotros. 

Feliz domingo