La "facilidad" del Cura de Ars

Comparto con vosotros hoy, en medio del año sacerdotal, algunas reflexiones del Cura de Ars. Ojalá viéramos las cosas tan fácil como él las veía y ponía en práctica.
Aconsejaba comenzar todos los días haciendo un sencillo ofrecimiento de todo el día a Dios:

"Hay que actuar por Dios, poner nuestras obras en sus manos. Hay que decir despertándose:Quiero trabajar por ti, Dios mío ¡Me someteré a todo lo que me envíes! Me ofreceré en sacrificio. Pero Señor, no puedo hacer nada sin ti, ¡ayúdame!Oh, en el momento de la muerte nos arrepentiremos del tiempo que hemos dado a los placeres, a las conversaciones inútiles, al reposo, en vez de haberlo empleado a la mortificación, al rezo, a las buenas obras, a pensar en la miseria, a llorar los propios pecados ¡Entonces veremos que no hemos hecho nada por el cielo! Hijos míos, ¡qué triste sería llegar a esa situación!

"Los que tienen el Espíritu Santo no pueden sentirse complacidos con ellos mismos, porque conocen su pobre miseria. Los orgullosos son los que no tienen Espíritu Santo.
Las gentes mundanas no tienen al Espíritu Santo; o, si lo tienen, no es más que de paso: Él no se detiene en ellos. El ruido del mundo le hace marcharse".

"Para llevar una buena vida cristiana, nunca es tarde: sea cual sea nuestro pasado, nuestra edad, nuestros defectos: Los santos, no todos han empezado bien, pero todos han sabido terminar bien. Si hemos empezado mal, procuremos terminar bien e iremos al cielo junto con ellos. La gente dice que es demasiado difícil alcanzar la salvación. No hay, sin embargo, nada más fácil: observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia, y evitar los siete pecados capitales; es decir, hacer el bien y evitar el mal; ¡no hay más que eso!"

"Los buenos cristianos que trabajan en salvar su alma están siempre felices y contentos; gozan por adelantado de la felicidad del cielo; serán felices toda la eternidad. Mientras que los malos cristianos que se condenan siempre se quejan, murmuran, están tristes... y lo estarán toda la eternidad.
Un buen cristiano, un avaro del cielo, hace poco caso de los bienes de la tierra; sólo piensa en embellecer su alma, en obtener lo que debe contentarle siempre, lo que debe durar siempre.Ved a los reyes, los emperadores, los grandes de la tierra: son muy ricos; ¿están contentos? Si aman al buen Dios, sí; si no, no están contentos. Me parece que no hay nada que dé tanta pena como los ricos cuando no aman al buen Dios.Puedes ir de mundo en mundo, de reino en reino, de riqueza en riqueza, de placer en placer; pero no encontrarás tu felicidad. La tierra entera no puede contentar a un alma inmortal, como una pizca de harina en la boca no puede saciar a un hambriento".

Que San Juan María Vianney interceda por todos nosotros y acreciente nuestro fervor y amor al Señor.