Dios rompe la taquilla


Seguro que muchos de vosotros habeis visto la película de "La última cima", que en este blog se promocionó durante varias semanas. He aquí unas palabras que de nuevo he tomado del blog de un amigo: www.hagaseestar.wordpress.com . Me parecen muy interesantes, y por eso las quiero compartir con los que visitais este blog. Ojalá haya muchos sacerdotes como Pablo Domínguez, verdaderos testigos de Cristo en medio del mundo.

Ahora he conocido a Dios en el cine y es un crack. Me dijeron que algo raro estaba ocurriendo con una película de curas, “La última cima”, y me temí lo peor (o darles hasta en el cielo de la boca –lo normal en estos días- o una ración de beatería del “todo a cien”). Amigos que conocen mi poca afición por estas cuestiones, tanto en la gran pantalla como en la vida, insistieron tanto que ayer acabé viéndola en un cine de Madrid, y esta misma tarde he estado más de una hora hablando con su director, Juan Manuel Cotelo, al que había visto como actor en alguna serie (“El internado”, “Periodistas”, “Siete vidas”…). La entrevista la publicaré en La Contra del periódico el próximo martes.

Bueno, pues lo primero que le he dicho a Cotelo, como dijo el otro, qué mal rato más bueno me has hecho pasar. Y salir contento del cine en estos tiempos es raro. Su historia es la de Pablo Domínguez, un cura que no fue ni pederasta, ni mujeriego, ni misionero en la selva, ni siquiera párroco. El protagonista es un tipo guapo, simpático, inteligente, generoso, amigo de sus amigos, vamos un tío fenomenal, con la singularidad de estar profundamente enamorado de Dios. Un sacerdote al que “Ediciones Libertarias” (los anarquistas) había publicado su tesis doctoral (era doctor en Filosofía y Teología). Un hombre, por encima de todo, libre. OTRO HOMBRE BUENO. Como Frisuelos.


He llorado de emoción escuchando los testimonios de los que compartieron su vida, y me he reído con las ocurrencias de una existencia donde la alegría era la música de fondo (“¿que no te confiesas porque eres ateo? ¡Pero si aquí somos todos ateos!”). Y se me ha partido el corazón escuchando a la madre huérfana narrar el puñal que le atravesó el corazón: Pablo, a sus 42 años, se fue hace un año de excursión al Moncayo con su amiga Sara, cirujano, y se murió. Dicen en la peli que los dos aún viven.

No hay comentarios: