Sacerdote para siempre y desde siempre



Celebramos hoy una fiesta grande en toda la iglesia: Jesucristo sumo y eterno sacerdote. Una fiesta singular para todos los que nos decimos católicos. Hoy celebramos a Jesús como sacerdote, es decir, entregado por todos; como sacerdote según el rito de Melquisedec, es decir, eterno, para siempre, por encima de los demás sacerdocios del Antiguo Tesstamento y de la tribu de Leví.


Jesús vivió una vida proexistente, en favor continuo por los demás, y esto se consuma de manera plena en su muerte en la cruz. Ahí es donde Jesús es constituido como sacerdote para siempre, porque con su muerte redentora y reconciliadora nos permite estar unidos para siempre con el Padre. He aquí el Evangelio de este día, que puede ayudarnos en nuestra oración:


Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los Apóstoles; y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios». Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío». De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros».

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