"LA TRENZA Y LA PIPA"

Hoy comparto con vosotros una bonita historia que puede servirnos para cada día de nuestra vida, especialmente a los casados, pero también a aquellos que no lo están. A veces nos complicamos demasiado la existencia, y tan solo hay que darse cuenta de lo que llevamos dentro. San Agustín lo expresa muy bellamente: "Te buscaba fuera de mí, Señor, y estabas dentro. Eras más íntimo a mí que yo mismo". Espero que os guste esta bonita historia.

Había una vez una pareja de esposos que se querían mucho. Eran muy felices a pesar de que poseían muy pocas cosas. Se habían casado hacía 20 años y no poseían como propias ni los campos, ni la casa, ni ninguna propiedad. Por no tener, no tenían ni hijos. No habían visto corretear por la orilla del río a unos pequeñuelos propios que siempre habían deseado; es decir, eran pobres de solemnidad, y sin embargo eran muy felices.
Cuando llegaron las Navidades pensaron hacerse un regalo.
Él le decía: “No, Isabel, no me regales nada porque no tienes nada para regalarme”.
Y ella le decía: “Luís, no me regales nada, que no tienes dinero”.
Y así se iban engañando amorosamente para que la otra parte recibiera el regalo con verdadera sorpresa.
Ella pensó: “¿Qué le voy a regalar a mi marido?”. Y después de mucho pensar dijo: “Ya lo sé, le voy a regalar tabaco para su pipa, el pobre tiene la pipa sin usar desde hace mucho tiempo porque no tiene tabaco”.
¿Y cómo compraré yo tabaco si no tengo dinero? ¡Ah, ya sé lo que haré!, venderé mi trenza, me darán dinero por ella y con ese dinero compraré tabaco para su pipa.
Él pensó: “¿Qué regalaré yo a mi mujer?”. Y pensando y pensando, al fin lo decidió: le voy a comprar un lazo de colores para que se lo ponga en la trenza cuando vaya a Misa los domingos. Pero, ¿Cómo voy a comprar un lazo si no tengo dinero?, ¡Ah, ya sé!, venderé mi pipa y con el dinero que me den por ella le compraré a mi mujer un lazo para su trenza.
Y así llego la Navidad y cuando se dieron los regalos, los dos esposos abrazados no sabían si reír o llorar, pero eran muy felices.
Y entonces, una vez más, se dieron cuenta de que eran felices porque la felicidad la llevaban dentro.

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