"Zaqueo, hoy quiero alojarme en tu casa"



En el Evangelio de este domingo, se presenta el relato en el que Jesús se encuentra con Zaqueo, que era jefe de publicanos y además, rico. Pecador, por colaboracionista y por el modo de adquirir las riquezas. Tiene deseos de conocer a Jesús, pero, ¿cómo se podía atrever a acercarse a él? Todos le señalarían con el dedo y le dirían a Jesús que era un pecador. Seguramente había sido despreciado más de una vez por los fariseos, sacerdotes y jefes religiosos. Podemos imaginar la cara de extrañeza y de alegría que pondría cuando oye a Jesús llamarle por su nombre; lo que significaría para él, que alguien, de la categoría de Jesús, no sólo no le despreciase, sino que le tratara incluso con cariño.


Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la insinuación de Jesús. Por primera vez no es despreciado por una persona religiosa. Su buena disposición encuentra acogida y se desborda en total apertura a la verdadera salvación. El final del relato no tiene desperdicio: “He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. ¿Cuándo nos meteremos esto en la cabeza? Jesús no tiene nada que hacer con los perfectos. Sólo los que se sienten perdidos, podrán ser encontrados por él. Esto no quiere decir que Jesús tenga la intención de restringir su misión. Lo que deja bien manifiesto es que todos fallamos y todos necesitamos ser recuperados. Claro que sólo el que tiene conciencia de estar enfermo estará dispuesto a buscar un médico.




Para meditar en este día




“El hijo de Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”.
Solo lo que está perdido, necesita ser buscado.
Solo el que se siente enfermo irá a buscar al médico.
Solo si te sientes extraviado te dejarás encontrar por él.

No se trata de fomentar los sentimientos de culpabilidad.
Tampoco de sentirse “indigno pecador”.
Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino
Y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta.

Se trata de sentir la ayuda de Dios desde lo hondo de mi ser.
Pero también de buscar y aceptar la ayuda de los demás,
que van un poco por delante y saben por donde debo caminar.
Si me empeño en caminar en solitario, me perderé en el camino.

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