Hoy la iglesia entera se alegra con la solemnidad del Bautismo del Señor, que da fin al tiempo de Navidad. Es un buen dÃa para recordar nuestro propio bautismo. Seguramente muchos de nosotros no recordamos ese dÃa, pues no tenÃamos uso de razón, pero sà podemos dar gracias a Dios por el gran don de la fe y por hacernos hijos suyos. Disfrutemos de este dÃa, y demos gracias a Dios por la fe, la esperanza y el amor que cada dÃa nos regala.
“Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al EspÃritu bajar hacÃa él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.”
“Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al EspÃritu bajar hacÃa él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.”
La fiesta del bautismo de Jesús se enmarca en un contexto de epifanÃa. El niño de Belén, adorado por los pastores y los magos, acogido y sostenido en los brazos de Simeón, el Hijo de MarÃa, la virgen nazarena, es el Hijo amado de Dios.
La identidad de Jesús, que hoy se nos anuncia y manifiesta, es la razón que fundamenta nuestra fe. Solo porque Jesús es la revelación suprema de Dios, creer en Él es un don y una exigencia. Se cree en una persona que es digna de crédito. El bautizado por Juan en el Jordán es acreditado por el Padre y por el EspÃritu Santo. Dos testigos que no pueden mentir.
Este dÃa nos evoca nuestro propio bautismo y la profesión de fe que hicieron en nuestro nombre y que debemos corroborar con nuestra adhesión consciente y viva al Dios Creador, al EspÃritu santificador y al Hijo amado de Dios, Jesucristo.
El Papa Benedicto nos llama a convertir 2012 en el año de la fe. Creer en Dios es vivir de manera coherente con lo que sabemos que Él nos ha revelado como verdad. Somos criaturas suyas, a la vez que tenemos semejanza divina. Nos corresponde reconocer a nuestro Creador y Padre.
Creer en Jesucristo nos concede pertenecer a la familia de Dios, al sabernos redimidos por amor, gracias al ofrecimiento de su vida en favor de todos los hombres como acción redentora. Él es nuestro Señor, nacido en Belén, criado por MarÃa su madre en Nazaret, predicador incansable de la Buena Nueva, amigo que da su vida por los que tanto ama, y no queda confundido, sino que vive y nos ofrece constantemente su acompañamiento, mientras esperamos su gloriosa venida.
Creer en el EspÃritu Santo es creer en quien es dador de vida, consolador y compañero Ãntimo, amigo del alma, que nos libera de la esclavitud para hacernos hijos de Dios y herederos con Cristo del reino de los cielos. El EspÃritu tiene la misión de ser nuestro compañero de viaje, y nos lo deja sentir, en tantos momentos, por la fuerza que recibimos en horas recias, por la atracción hacia el bien hacer, por la inclinación que sentimos hacia lo bueno, y en algunos casos se convierte en auténtica llamada al seguimiento de Jesús.
La Virgen MarÃa, mujer creyente, los santos de todos los tiempos, en comunión invisible, se asocian hoy a nuestra renovación de los compromisos evangélicos de renunciar al mal, y con nosotros profesan gozosos que Dios es el único Dios, Jesucristo es el Señor, el EspÃritu es amor derramado en nuestro corazones.
¿Conoces y recuerdas el dÃa de tu bautismo? ¿Lo celebras? ¿Sientes el gozo de saberte cristiano?
No hay comentarios:
Publicar un comentario