IV domingo de Adviento

Hoy estamos ya en el cuarto domingo de Adviento. Ultimemos nuetra preparación para la venida del Niño Dios.

Las lecturas ya están anunciando el nacimiento del Mesías, el Señor, el que había de venir. “Va a entrar el Señor, Él es el Rey de la Gloria”.


Y es que la promesa está por cumplirse: ocho siglos antes lo había anunciado el profeta Isaías: “Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios con nosotros”.

El Dios Padre Creador del Universo, el invisible, desea hacerse visible para el hombre que tanto ama y que ha creado a Su imagen y semejanza.

Al que quiere darle una nueva oportunidad de recuperar la vida eterna, que perdió por su desobediencia, por el mal uso de la libertad. Y escoge a una persona como María, obediente, humilde, con disponibilidad, con capacidad de servicio a los demás, con espíritu de sacrificio, con una fe inquebrantable en el Dios de sus padres, conocedora de las Escrituras, a la que fue preparando desde la eternidad para que fuera quien lo llevara en su seno, como verdadero Templo del Espíritu Santo. Y qué decir de José, un hombre justo y obediente a Dios. Capaz del más grande sacrificio: negarse a sí mismo por el bien de los demás.

¡Qué sagrada familia! ¡Qué ejemplo para todos nosotros! Sin embargo, estamos realizando los preparativos de Su cumpleaños, pero se nos ha olvidado el invitado principal, y lo que Él desea por parte de nosotros.

Preparemos el Corazón, feliz domingo.

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