Ven, Señor, no tardes más


Hoy, día 23, la iglesia ultima los detalles para la venida del Niño Dios. Nosotros también hemos de ultimar los preparativos en nuestro corazón y en nuestras casas. Mañana será un día grande, una noche santa, "no la debemos dormir, la noche es santa", como dice ese bonito villancico. Mañana nacerá un Salvador, el Mesías, el Señor, el que salvará a su pueblo de los pecados.


El Niño Dios quiere salvarnos, a ti y a mi, a todos, pero a cada uno personalmente. Abre tu corazón, déjale entrar, para que haga milagros contigo. Ojalá Él nazca dentro de nosotros e ilumine las sombras de nuestra vida, para transformarlas en frutos de vida eterna.


Os propongo hacer una última petición al Señor para que venga, que no tarde, que se apresure, con el siguiente himno de la liturgia:


Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
No te enojes Señor, no te acuerdes más de nuestra maldad.
La ciudad del Santo está desierta;
Sión ha quedado arrasada,
Jerusalén, desolada,
la casa de tu santidad y tu gloria,
donde te alabaron nuestros padres.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
-
Hemos pecado y estamos manchados.
Hemos caído como las hojas
y nuestras maldades nos arrastraron como el viento.
Nos escondiste tu rostro y nos dejaste con nuestra iniquidad.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
-
Mira, Señor, la aflicción de tu pueblo
y envía al Prometido: envíanos al Cordero que rige la Tierra,
desde el desierto de Petra hasta el monte de la hija de Sión,
para que rompa el yugo de nuestra esclavitud.
Destilad, cielos, el rocío; lloved, nubes, al Justo.
-
Consuélate, pueblo mio, consuélate,
que pronto llegará tu salvación;
¿Por qué te consumes de tristeza? ¿Por qué se renueva tu dolor?
Te salvaré, no temas: yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu redentor.

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