Hoy es el dÃa en el que la Iglesia celebra a San Juan de Dios, un hombre que nos da mucho ejemplo a todos los cristianos. Basten unas pinceladas sobre su vida, sencilla, humilde, pero que supo alcanzar la santidad haciendo en todo momento lo que Dios quiso.
El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila ,y empezó a llamarlo "Juan de Dios", y asà lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; asà se vistió hasta su muerte, y asà han vestido sus religiosos por varios siglos.
Un dÃa su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufrÃa quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres.
Otro dÃa el rÃo bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frÃo y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al rÃo a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el rÃo bajaba supremamente frÃo, esto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores.
Después de tantÃsimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien , y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. El hacÃa todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban dÃa y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenÃa sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles. Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el SantÃsimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio MartÃn, un hombre a quien él habÃa convertido y habÃa logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos.
Al llegar al la casa de la rica señora, exclamó Juan: "OH, estas comodidades son demasiado lujo para mà que soy tan miserable pecador". Allà trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde.
El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, asà de rodillas. HabÃa trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevÃa a salir a la calle a causa de las muchÃsimas deudas que tenÃa; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creÃa el más indigno pecador. El que habÃa sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo.
Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.
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