Seguramente, en muchas ocasiones hemos recitado esta oración de Jesús, la misma que Él enseñó a sus discípulos, y la que ahora proclamamos como la oración de los hijos de Dios. Una oración que nos invita a llamar a Dios Padre nuestro, y a pedirle el pan de cada día, así como que aparte de nosotros el mal y toda tentación, para ser buenos hijos suyos.
En medio del mes de mayo, y a la espera del Espíritu Santo en la solemnidad de Pentecostés, recemos con fervor esta oración, y hagámosla vida en nosotros. Que verdaderamente vivamos como hijos de Dios, hijos de la luz y no de las tinieblas. El Señor nos lo conceda a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario